Me encontraba en un puesto de comida
rápida y observo que entra distraídamente un señor de unos 60 años de edad, se
dirige directamente a pedir su servicio de comida sin hacer la fila. Inmediatamente
se crea un ambiente de murmuración:
—¿pero y este que se cree? ¡Miren que
tigueraso!—
Uno de los que murmuraba le llama en
tono fuerte diciendo:
—¡Don venga y haga su fila, que aquí
hay que hacer la fila pa' come!—
El sujeto se voltea y con una sonrisa
y denotando vergüenza en su rostro, exclama:
—¡Ay! perdón, es que no vi la fila,
discúlpenme—
Rápidamente, de manera sencilla y sin
emitir ningún comentario tomó su puesto en la fila, al tiempo que las demás
personas observaban y se miraban unos a otros pensando:
—Probablemente este señor tenga razón
y nos hemos adelantado en nuestro juicio—
—o—
Que apresurados somos para emitir
juicios contra las personas, eligiendo nosotros la razón por la que actuaron de
equis modo, sin darles oportunidad a que nos revelen su verdadera intención.
Nuestro ambiente se ha vuelto hostil y
nuestra conciencia está condicionada de una manera negativa. Hemos
perdido toda pizca de inocencia y sensibilidad, hemos perdido la capacidad de
separar lo bueno de lo malo; nuestro mundo nos ha convertido en intérpretes de
la maldad.
Reflexionemos, no dejemos que la
maldad endurezca nuestro corazón y ofusque nuestra conciencia; aprendamos a
encontrar la bondad de nuestro entorno, recuperemos aquello que hemos perdido,
recuperemos la inocencia de nuestras almas.
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